Llego uno de los días del año más esperados para nuestra familia.
Habiendo optado por cambiar de vehículo familiar, después de analizar varias opciones , finalmente nos decidimos por uno más seguro, espacioso y tecnológico.
La semana había sido perfecta: rapidez en el acuerdo comercial, color deseado, trámites a tiempo, disponibilidad para retirar la nueva unidad de transporte.
Pequeño viaje organizado a una ciudad cercana, situada a poco más de cien kilómetros.
Las situaciones seguían siendo absolutamente maravillosas: buena recepción, sonrisas, recomendaciones. En el saludo final, nuestro asesor comercial nos decía: cualquier novedad estamos para atenderlos, muchas gracias.
El viaje de regreso a nuestra ciudad, fue sin contratiempos hasta la mitad del recorrido. Lo compartíamos con mi esposa, mi hija más pequeña, y yo como conductor designado.
Hasta ese momento, la palabra que definía todo era: impecable.
Habiendo transcurridos unos setenta kilómetros desde nuestro punto de origen, tres alarmas consecutivas que no vale la pena detallar, pusieron la nueva unidad en estado de requerir servicio, eliminando determinadas funciones posibles, pero permitiéndonos llegar a nuestra casa.
Mensajes al asesor que nos había despedido tan cordialmente, derivaron en su propuesta: vuelvan el lunes, que el jefe de taller revisará la unidad.
¿Puedo usarlo?
La unidad resetea sus alarmas, con lo que podés probarlo mañana tranquilo capaz desaparecieron, eso sí cárgale combustible xxxx para ver si una de las alarmas desaparece.
Sábado por la mañana, me desperté y luego de haber cargado nafta decidí hacer un pequeño viaje por una de las rutas a una distancia cercana, para corroborar el apagado de los avisos.
A unos doce kilómetros de la ciudad, vuelve a acusar la falla y cómo indica el manual, me hago a un costado de la ruta, apago el vehículo y espero los 15 segundos para reencenderlo.
Todos los intentos fueron infructuosos. La tecnología declaró la unidad en una especie de emergencia por fallas reiteradas, aunque sin decirlo en ningún lado.
A partir de ese momento y por espacio de casi diez horas, mantuve comunicaciones con el servicio de asistencia remota. Primero para tratar de que volviera a funcionar, y segundo para coordinar su traslado a la concesionaria de donde lo habíamos retirado.
Mi señora y dos de mis hijas llegaron en otro vehículo a acompañarme, es decir a hacerme el aguante.
La primera grúa que llegó 4 horas después, no era la adecuada. Después de varias conversaciones, las personas de la asistencia en ruta pudieron comprender que el vehículo se paraba con las cuatro ruedas bloqueadas.
La segunda grúa que llegó tres horas más tarde, tenía la mitad de los implementos necesarios. Me comentó que se los había informado pero que le habían dicho que fuera lo mismo. De la asistencia en ruta, me decían que no, que él había confirmado que disponía de los elementos.
La red de relaciones, algo que es tanto más importante desarrollar que querer saber todas las cosas, me permitió que alguien me sugiriera llamar a una persona que podría resolver el inconveniente.
Juan, su nombre, vino con un ayudante, dejaron de comer el asado que estaban disfrutando ese sábado y cargaron un poco la batería del vehículo que ya estaba descargada.
Después de algunos intentos, el vehículo volvió a arrancar, y de esa manera se lo pudo subir al carro de transporte sin daños. Mario, el segundo acarreador que llegó, pudo cumplir su cometido de traslado.
Tuve que acompañar al remolque que devolvía el vehículo familiar a donde lo habíamos retirado, para poder bajarlo allá.
Me esperaba ese sábado por la noche, Víctor un guardia de seguridad. Buena persona, sonriente, amable.
Once horas después, el vehículo estaba acomodado bajo techo, las fallas aún marcadas en el tablero.
Volví bastante tarde a casa, con un sabor agridulce.
Una parte de mi cabeza diciendo esto no puede haber sucedido, la tecnología en realidad vino para ayudarnos. Cansancio y frustración sumaban un cóctel explosivo para mis emociones.
Otra porción de mi mente, agradecía por haber superado la instancia, por que esto no fuera un accidente, porque a partir del lunes se resolvería el problema, porque son cuestiones que pasan. Conversaciones internas de posibilidad y agradecimiento.
Juan, y Mario dedicados a las emergencias en ruta, me comentaron que gracias a los inconvenientes de autos nuevos (muchos) y usados, ellos tienen trabajo. Víctor, me confirmó lo de los fallos repetidos.
A mi regreso pudimos disfrutar de una cena en familia bastante tardía.
Mientras lo hacía, pensaba en la raíz cuadrada de dos.
Sólo recordaba que era el primer número irracional conocido.
Se trata de un número de infinitas cifras decimales.
Hoy más tranquilo, encuentro que geométricamente equivale a la longitud de la diagonal de un cuadrado cuyo lado es igual a la unidad, lo cual se comprueba aplicando el llamado teorema de Pitágoras, también conocida como constante pitagórica.
Descubro que tiene varias aplicaciones en la vida cotidiana.
- las hojas de papel en formato internacional están en proporción largo/ancho igual a √2, así al doblarlas por la mitad se obtiene un rectángulo de las mismas proporciones que el rectángulo original;
- en música, la razón de frecuencias de la cuarta aumentada de la gama temperada vale √2;
- en electricidad, la máxima tensión de la corriente alterna monofásica vale √2 del valor eficaz indicado (generalmente 110 o 220 voltios);
- en fotografía, la sucesión de valores de apertura del diafragma son los valores aproximados de una progresión geométrica de razón √2.
Asimismo, es muy común un algoritmo computacional basado en la raíz cuadrada de dos.
Sólo el número PI, ha sido calculado con más posiciones decimales.
Existen pruebas para determinar la irracionalidad del número que representa la raíz cuadrada de dos.
Resumiendo: la raíz cuadrada de dos me jugó una mala pasada.
No todo es tan racional, para nuestro nivel de raciocinio.
Asistidos y al mismo tiempo limitados por los incesantes avances tecnológicos, nos enfrentamos con más frecuencia a la raíz cuadrada de dos.
La red de relaciones te ayuda a amortiguar la irracionalidad de la raíz cuadrada de dos.
Las emociones y estados de ánimo tienen infinitos decimales?
A disfrutar de este fin de año y del incipiente 2020 que se aproxima.
Felicidades!