Ese sábado en particular sentíamos que no había manera de que no ganáramos el partido.
Habíamos entrenado varias jornadas, elaborado distintos planes de juego, ensayado diferentes formas de pararnos en la cancha. El equipo de once jugadores, funcionaba aceitado, automatizado, efectivo, alta confianza en sus habilidades , sólido en defensa, incisivo en el ataque. La parte física impecable, sin lesionados.
Nuestro entrenador el profe Oyola, nos hablaba como técnico y como un padre para algunos. Teníamos entre 12 y 14 años, situaciones familiares y sociales diversas, niveles de estudio diferentes (algunos aún no habían empezado el secundario, producto de distintas situaciones). A todos nos unía la pasión por la práctica del fútbol.
Al finalizar el último entrenamiento del jueves, el profe nos junto a todos para transmitirnos algunas cosas:
«Muchachos, el partido que viene cierra nuestro calendario deportivo de inferiores. Tengo mucha confianza en Uds. Hemos practicado bastante, para jugar contra un gran rival, que está arriba en la tabla.
Nosotros hemos ido creciendo y salimos del fondo, para estar entre los cinco primeros, del lote de doce equipos que compiten. Esta es la última fecha. Si ganamos en nuestra cancha, podemos quedar terceros.
Jugamos con ellos en la primera ronda y perdimos de visitantes. Nos ganaron en lo físico, pero mucho más en lo táctico y técnico.
Sin embargo, si bien van segundos, los últimos partidos perdieron dos jugadores claves, el 10 y el 4. Su rendimiento ha decaído.
Han incorporado hace poco dos nuevos jugadores, de buen pie, para ocupar esos lugares. En lo personal creo que son hábiles, pero no tengo más referencias, porque no han participado aún en el campeonato.
Si hacemos memoria, el 10 de ellos, el flaquito zurdo, es su figura, pero como ya dijimos no va a estar. El generó las jugadas del primero y tercer gol, con el que nos ganaron por 3 a 1 el último que jugamos. El 4 que tampoco estará, fue imparable para nosotros por su velocidad y rapidez de juego.
Saldremos en primera instancia parados como entrenamos la mayor parte de la semana, 4 atrás, 3 al medio y 3 delanteros. Necesitamos arrancar ganando. Creo que podemos aprovechar nuestro actual y consolidado momento de juego. El sábado el clima estará ideal para jugar. A las 11 de la mañana, el calor aún no pegará tanto, y habrá poco viento.
Está claro quienes salen de titulares y quiénes ocuparán el banco de relevos. Descansemos mañana por favor, para estar diez puntos el sábado.
Nos juntaremos a las 9.30 horas en la cancha, para una charla previa cortita y los ejercicios precompetitivos».
«¿Alguien tiene algún problema físico, o situación que quiera comentar? «
Nos miramos las caras. Ninguno manifestó nada irregular, dudas o pormenores.
«Vamos muchachos, muchas gracias a todos por el excelente año. Nos vemos el sábado por la mañana».
A las 9.30, estábamos allí presentes casi todos. Un jugador titular llegó unos minutos más tarde. El profe lo apartó un instante, charlaron y después se unió al grupo. No estaba en condiciones de jugar, porque se sentía mal del estómago, dolores, vómitos, con un poco de fiebre.
Era el defensa más alto que teníamos. No era menor que no jugara. El profe decidió bajar al 5 a su lugar en la zaga, y un suplente lo relevó en su posición.
Una vez terminada la entrada en calor, el peloteo a nuestro seguro arquero, nos fuimos a cambiar al vestuario. La charla del profe, fue cortita, recordando algunos detalles técnicos. Por sobre todas las cosas fue bastante emotiva. El partido no se nos podía escapar.
A las 10.55 ambos equipos estábamos en el campo de juego. Hecho el sorteo, quedamos ubicados en el mismo lado donde practicamos unos minutos antes. Ellos moverían la pelota primeros.
Por fin arrancó el match.
A diferencia de lo que habíamos ensayado, el rival se posicionó de entrada cerca de nuestro arco.
El diez de ellos, nos sorprendió por su velocidad y precisión. Tenía iguales o superiores cualidades que el lesionado que no podía jugar. Transcurridos quince minutos, nos habían llegado varias veces. Nosotros sólo habíamos atinado a defendernos, sin poder generar ningún ataque. El profe nos alentaba, mientras nos pedía calma y concentración. Al minuto veinte, nuestro improvisado defensor, cometió una falta sobre el 10, a un metro de la medialuna. Era casi imparable por su destreza física y técnica, y no le quedó otra que detenerlo con infracción.
El mismo diez, tomó la pelota y la acomodó para su perfil diestro. Con indicaciones de nuestro arquero, armamos la barrera minuciosamente. Para sorpresa de todos, si bien el tiro libre era directo, a la orden del árbitro, el diez la abrió suavemente para el cuatro, el cual desde un lugar despejado y sin barrera sacó un remate potente y cruzado, que resultó imposible de atajar para nuestro arquero. Tremendo golazo.
El impacto del gol, nos dió un masazo que duró lo que quedaba del primer tiempo. Nos salvamos varias veces del dos a cero. El profe acomodó el equipo para contener mejor al diez y evitar la pegada del cuatro. El nueve de ellos, bastante alto y de gran físico, nos cabeceaba seguido en el área. Para detener esto, hicimos otro enroque defensivo.
Llegó el descanso y respiramos aliviados. Sólo perdíamos por un gol. La habíamos sacado barata.
El profe, nos junto a todos. Nos renovó la confianza.
Nos dijo palabras más, palabras menos, algo que aún recuerdo:
«Para que pongamos claridad sobre lo que pasó en el primer tiempo, quiero decirles que gracias al trabajo que hicimos en la semana, sólo perdemos uno a cero. Pero ahora necesitamos algo más. Darnos cuenta que nuestro plan de juego tiene que cambiar porque el rival no era lo que pensábamos. Sé que eso molesta, y que es más fácil que todo sucediera de acuerdo a cómo lo habíamos organizado, pero no es así. Es en estos momentos, cuando tiene que salir lo mejor de nosotros, el juego de equipo y bajar la frustración que nos provoca la situación. No nos culpemos, ayudemos a nuestros compañeros y demos vuelta la página».
El segundo tiempo, nos encontró más animados. Empezamos a manejar la pelota, cuestión con la que el equipo rival no se sentía ya tan cómodo. Nos alertábamos con mayor frecuencia de situaciones a resolver, relevábamos los puestos, dimos lo que teníamos en el corazón y lo que nos quedaba en las piernas. Nuestro número cinco, el defensor no habitual, nos arengaba y nos marcaba el camino dentro de la cancha. Nos sostenía con sus palabras e indicaciones. Además de asumir un rol distinto, ahora era nuestro conductor y líder dentro del terreno de juego.
A los treinta minutos, nuestro dominio del juego era ostensible. Ellos jugaban defensivamente, casi no contratacaban, sin embargo se nos hacía difícil llegar con claridad.
En los últimos cinco minutos, nuestra presión era total.
Un centro desde la izquierda, la pelota pasó toda el área y fue capturada por nuestro número tres. Un zurdito habilidoso, que recibió el balón y encaró hacia el arco. La pierna de un defensor contrario lo tumbó dentro del área. Un penal evidente, que el árbitro sancionó.
El mismo número tres, convirtió la pena en gol. Una alegría total, dentro y fuera de la cancha.
El partido terminó empatado. Tuvimos la chance de ganarlo en la combinación final, pero el cansancio le jugó una mala pasada a nuestro número 9, el cual le erró al arco, en la más clara que tuvimos durante los minutos que duró el partido.
En los vestuarios, existía una mezcla de distintas sensaciones. Algunos tristes, otros contentos, muchos conformes.
En el partido despedida del año habíamos aprendido una lección, que en mi caso personal aplicaría muchas veces en el futuro:
Tener planes es insuperable, pero gestionar lo que no estaba en los planes previos, nos diferencia y nos eleva a rangos insospechados.
No hay nada mejor que un buen plan, pero como la cantidad de variables que existen son muchas y nuestra capacidad de gestión es limitada, es probable que en mayor o menor medida aparezcan emergentes:
«LO QUE NO ESTABA EN EL RADAR».
A nivel personal, o de equipo, aprender a reexaminar nuestros planes, y tomar nuevas decisiones, en función de los imprevistos, es el plus que nos posiciona más cerca de alcanzar los logros.
No pensemos sólo en emergentes negativos, porque asimismo nos puede costar reexaminar nuestro programa, cuando suceden imprevistos positivos. Vale decir que si no los tenemos en cuenta podemos malgastar recursos, que podrían ser destinados a otra cosa.
La situación emocional es clave, poner conciencia a muestro enojo o frustración resulta vital, para poder elegir nuevas acciones, para superar lo imprevisible.
Los estados de ánimo que se generan ante la presencia de elementos no contemplados, son tan particulares y propios de cada persona, que se pueden agrupar dentro de miles de matices.
Allí aparecen los líderes de la emergencia, para cohesionar , unir y amortiguar la mala onda. El número 5 devenido en defensor y asumiendo el compromiso y responsabilidad de liderar.
Alguna historia parecida tendrás en tu haber.
Aprovecho para preguntarte:
¿Cómo reaccionas antes los imprevistos?
¿Qué oportunidad de mejora quisieras introducir?
Bienvenidos al mundo de los emergentes !
Bienvenidos a la vida misma !