El arte de decidir !

Una mañana de sábado luminosa, con un sol radiante, que pareciera enardecer aún más al viento, que sopla potente, regular, emitiendo sonidos sibilantes a través de cada hendija que atraviesa.

Observo los árboles que resisten lo que pueden, perdiendo hojas, ramas secas, y su preciada humedad. Siguen firmes, aceptando ese destino de inmovilidad aparente. Son el refugio para algunos pájaros, insectos, los cuales anidan en ellos. Se transforman en testigos privilegiados de uniones, nacimientos, rivalidades, cantos de amor y desencanto, de esos inquilinos juguetones, traviesos y algo revoltosos.

La programación de un entrenamiento que estoy llevando a cabo, puso en mis manos una lectura, referida al proceso de decisión. Lo leí muy atentamente, no sólo para estar preparado para rendir el examen vinculado, sino fundamentalmente porque es un tema que me apasiona.

No tengo la intención de aburrirte con una descripción que abunde de aspectos técnicos, que opino puedes descargar y apreciar de muchas fuentes, sino traerte algunas apostillas, que espero te sirvan al momento de encarar los procesos para decidir.

La cuestión de tomar decisiones, y sus implicancias, está en mí mente desde hace varias semanas, a partir del momento cuando, dando una charla, una señora del público presente, manifestó abiertamente, que no sabe decidir, que le cuesta hacerlo y que sus decisiones son casi siempre malas.

Su declaración, sumo al instante caras de adhesión. Quien más, quien menos, todos tenemos problemas para decidir, habitualmente sobre cómo solucionar un problema, valga la redundancia.

El tiempo no fue suficiente para encontrar entre todos respuestas valiosas. Por otro lado, el tema central del encuentro era otro. Sin embargo, hice una pregunta que dejó a algunos algo perplejos:

¿Tienen claro sobre que están decidiendo?

Muchos dijeron que sí, otros no sabían qué responder, algunos no identificaban la centralidad de la cuestión.

Primer punto: Identificar el problema, la oportunidad, describirla, desmenuzarla. Es clave, saber sobre qué vamos a resolver, qué necesitamos dilucidar o dictaminar.

A diario tomamos cientos de decisiones, automatizadas, casi inconscientes.

Existen otras tantas de carácter personal con afectación individual, algunas personales con impacto en un grupo o equipo. En ambos casos, el inconveniente tiene un carácter urgente y por lo tanto no podemos detenernos en grandes razonamientos.

Como contrapartida, tenemos que trabajar en áreas o tópicos, donde lo importante trasciende en el tiempo, nos marca un inicio, quizás un camino, pero el final es abierto y depende de muchas acciones y actores concatenados.

Para este tipo de escenarios, es vital contar en primer lugar con planes, que partiendo de la correcta identificación del problema, constituyan las alternativas de decisión A, B y C.

Segundo punto: contar con suficientes alternativas para resolver adecuadamente el problema.

Para lograr este cometido, es muy interesante ver el problema desde varias aristas: hechos, juicio crítico, emociones diversas, optimismo, riesgos explícitos e implícitos, creatividad, y coordinación. Distinguir claramente porque nos puede ir bien y porque no. Por lo general, en una misma persona pueden coexistir estos rasgos, pero es natural la facilidad o fortaleza sólo de algunos, con lo que es muy bueno nutrirse de varias opiniones, mutando hacia un proceso que salga de lo individual, para transformarse en otro más abierto y colectivo.

Las emociones, están siempre presentes, dado que somos seres emocionales. A la hora de optar por algo, no podemos evitarlas, aunque si podemos bajarlas a tierra, y zarandearlas con nuestra conciencia. De esa manera, conseguimos nuestra cuota de pensamiento crítico, de modo tal que no sólo elijamos un auto por el color o la forma, sino asimismo por las características o prestaciones, cantidad de asientos, potencia, confort general, consumo de combustible, dispositivos de seguridad.

Tercer punto: amortiguar nuestras emociones, con una cuota de conciencia.

Cuando decidimos, lo estamos haciendo desde nuestra propia capacidad de observar. Esta amplitud de mirada, está limitada por nuestros propios lentes, paradigmas, o mapas mentales, los cuales los llevamos profundamente arraigados.

¿Qué hacemos con ellos?

Distinguirlos, dejar activos los que creo necesarios, y desprendernos de los que nublan la visión o le restan ancho de banda a muestras decisiones.

Cuarto punto: identificar paradigmas útiles, y desactivar los que me limitan posibilidades en el contexto analizado.

Habiendo cubierto medianamente los puntos anteriores, ahora nos toca el turno de poner en marcha lo decidido.

Esto es, según mi humilde punto de vista, la etapa más difícil y crítica. Aquí es donde fallan, por lo común, mucho de los planes de solución.

Para ejemplificar esto, una mera coincidencia, no buscada, quiso poner en mi computadora, un largo reportaje que le hicieran, ya hace algunos años, a un funcionario de Estados Unidos, importante secretario de defensa, durante la etapa de la guerra de Vietnam.

En forma de documental, llamado Niebla de Guerra (The fog of war), la historia se centra en el período como secretario de defensa de Robert McNamara. No se trata de hacer una valoración política de su actuación durante esa guerra, sino sacar valiosos elementos de sus procesos de decisión ante un conflicto crucial.

A lo largo de la película, él va desarrollando un interesante listado de cuestiones o puntos centrales a dilucidar.

El más importante, es el de reexaminar nuestras propias decisiones.

Para ser más claros, acerca de qué se trata esto, podemos decir que, puesto un programa a funcionar, basado en decisiones tomadas en un contexto determinado, si no retroalimentamos con los resultados parciales obtenidos, para cambiar, flexibilizar, adaptar, o corregir las decisiones, es muy probable que no lleguemos a buen puerto y no obtengamos el resultado final esperado.

Esta habilidad se trabaja, se acrecienta con la experiencia y el tiempo.

Quinto punto: revisar en forma permanente lo que estamos haciendo, para sostener nuestras decisiones. Esto no nos garantiza el éxito rotundo, pero al menos nos libera de un profundo y estrepitoso fracaso.

Sabiendo que algunas veces, aunque resulte paradójico, no decidir nada o postergar una decisión, es una decisión en sí misma, quiero poner de manifiesto una cuestión central:

¨Lo que no decides sobre algo que te incumbe, es probable que alguien lo está haciendo por vos¨.

Sexto punto: establecer los dominios de tu vida donde te defines como el decisor, de aquellos donde otros deciden por vos y a los cuales les das autoridad para hacerlo.

Es egocentrista o narcisista pensar que todo necesariamente deba pasar por uno mismo, haciéndome responsable por cada cosa que pasa a mi alrededor.

En el otro extremo, es conformista o facilista no decidir sobre nada, siendo un mero espectador permanente, sin responsabilidad de decidir en ningún aspecto.

El punto de equilibrio, que es otro proceso de elección, lo determina cada uno de manera personal.

¿ Hay decisiones buenas y malas ?

Pienso, que es mejor hablar de decisiones mejorables.

Opino, que es más relevante adquirir la ginmasia suficiente, para ser artistas y artífices de nuestras decisiones.
Bienvenidos al arte de decidir !

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