Domingo Faustino Sarmiento, falleció a los 77 años de edad en Asunción del Paraguay, un 11 de septiembre de 1888. Esa fecha da lugar a la conmemoración del día del maestro.
Que se brinde merecido homenaje a la vocación del maestro, durante esa fecha de septiembre, se debe al hecho de que Sarmiento es considerado una pieza fundamental en la educación pública argentina.
Fue gobernador de la provincia de San Juan entre 1862 y 1864, presidente de la Nación Argentina entre 1868 y 1874, senador nacional entre 1874 y 1879 y ministro del Interior en 1879.
Durante su presidencia se construyeron 800 escuelas primarias y sumó a los 30 mil alumnos que ya estaban escolarizados , otros 80 mil más.
Sus restos fueron repatriados a Argentina, diez días después de su deceso, durante la jornada del 21 de septiembre de 1888.
Una mera coincidencia de las fechas, hizo que el inicio de la primavera coincidiera con la celebración del día del estudiante y asimismo del día de la juventud.
Salvador Lorenzo Debenedetti era un estudiante de 18 años de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, hijo de inmigrantes italianos que vivía en Avellaneda, por entonces Barracas al Sud. Por imposición familiar había comenzado a estudiar Derecho, pero cuando conoció la obra del paleontólogo y arqueólogo del autodidacta Juan Ambrosetti, decidió que eso era lo suyo e ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras para dedicarse a esa especialidad. Fue él quien propuso, en su calidad de presidente del centro de estudiantes, que el 21 de septiembre, día de la llegada de los restos de Sarmiento al país, quedase establecido como el Día del Estudiante.
En el marco del Primer Congreso Internacional de Estudiantes Americanos, celebrado en Montevideo entre el 26 de enero y el 2 de febrero de 1908, en donde se discutieron aspectos como la autonomía y la extensión universitaria, la creación de una asociación de estudiantes americanos y la representación de los centros de estudiantes, entre otros, se resolvió instaurar el 21 de septiembre como el Día del Estudiante.
El primer año en que se celebra masivamente, en América del Sur, fue 1910.
Los festejos distaban mucho de cómo se efectúan en la actualidad. En los primeros años, las celebraciones se realizaban en ámbitos de la facultad, y se pronunciaban discursos sobre Domingo F. Sarmiento y su obra, especialmente dedicados a la cuestión educativa. Además, se organizaban actos en torno al monumento de Sarmiento.
La impronta, y la deriva histórica, produjeron un cambio radical de las costumbres propias de ese festejo. La mayoría de los estudiantes secundarios y universitarios, organizan para ese día salidas al aire libre, donde el deporte, la música, y la diversión a plenos están presentes. El complemento nocturno, suele ser el festejo de la primavera en boliches, para culminar una jornada pletórica de emociones y desgaste físico.
Festejamos estudiar, dejando de lado nuestras obligaciones y compromisos, para dar rienda suelta al esparcimiento.
La pregunta concreta es:
¿Para que estudiamos?
La decisión de estudiar, a medida que avanzamos en nuestra edad cronológica, deja de ser una cuestión obligatoria, para tornarse más una situación de elección y vocación, unida a un proyecto de vida.
El primario es nuestra base de aprendizaje común, el secundario nos permite elegir entre lo humanístico, social, técnico, lingüístico, natural, brindándonos un plafón para encaminarnos en una futura profesión.
Los que podemos, queremos y optamos por continuar estudiando, lo hacemos por el camino de una educación terciaria o universitaria, que nos posibilita la mejor preparación posible para trabajar, o desarrollar nuestros emprendimientos.
Es el transcurso de esta fase es cuando generalmente combinamos trabajo y estudio. Las formaciones de postgrado, ya son mucho más específicas. Nos brindan el plus necesario para el desarrollo de habilidades y prácticas muy concretas.
La tarea de aprender no tiene un principio y un fin.
Conocimientos, patrones, habilidades son adquiridas en cada ciclo mencionado, nos van marcando con un sello distintivo en lo personal y profesional.
La integración de esas enseñanzas en la sociedad, es lo que nos permite alcanzar metas individuales y compartidas.
Adquirir instrucción para el desarrollo de conocimientos y habilidades, tiene que ser complementado con el desarrollo de dos aprendizajes:
Aprender a ser: el individuo se forma y se transforma.
Aprender a convivir en sociedad: derechos, obligaciones, reconocer al otro y dar servicio a la comunidad.
La era digital nos pone al alcance mucha información. Está asequible casi sin limitaciones.
Procesar y aprovechar esa información para generar una sociedad inclusiva y sustentable, es una tarea que requiere personas, con una mirada hacia adentro (despojada de egos) y hacia afuera (abierta e integradora), que trascienda la individualidad.
Nuestro plan de estudios generales necesita ser revisado, colocando nuevos condimentos para amasar junto con el conocimiento.
Quizás necesitemos de nuevos Sarmientos, que revolucionen nuestra manera de ser y pensar en sociedad.
¿Te animás a ser uno de ellos?
La primavera recupera la fragancia dormida de las flores, activa los mecanismos patra que fluya la savia.
De la misma manera nos da el calorcito necesario para encaminarnos hacia el final del año.
Para culminar, nada mejor que hacerlo con un hermoso poema de estación, escrito por Nicolás Guillén:
Quisiera hacer un verso que tuviera
ritmo de Primavera;
que fuera como una fina mariposa rara,
como una mariposa que volara
sobre tu vida, y cándida y ligera
revolara sobre tu cuerpo cálido
de cálida palmera
y al fin su vuelo absurdo reposara
–tal como en una roca azul de la pradera–
sobre la linda rosa de tu cara…
Quisiera hacer un verso que tuviera
toda la fragancia de la Primavera
y que cual una mariposa rara revolara
sobre tu vida, sobre tu cuerpo, sobre tu cara.