Las festividades de nuestra Patria nos remiten a la esencia de nuestro ser como Nación.
Este sábado celebramos que durante la jornada del 25 de mayo de 1810, un grupo de personas comprometidas, en representación de muchos, definieran las bases para establecer un Gobierno local de criollos.
Conseguir una identidad que nos represente no es tarea sencilla. El ADN argentino aún se sigue construyendo y modificando, a lo largo de esta historia de un poco más de doscientos años.
No soy historiador, ni sociólogo, por lo que puede resultar infructuoso y desmerecedor para aquellos que lo son, intentar elaborar una sinopsis del derrotero de nuestra idiosincrasia, nuestros gobiernos, nuestros avances y retrocesos.
Sin embargo, puedo reconocer que, a lo largo y ancho de nuestro suelo, podemos encontrar y rescatar la figura de aquellos líderes que, dejando de lado la mezquindad, trabajaron incansablemente al servicio de los demás.
Siguiendo arraigados ideales y valores como la libertad, la república, la justicia, la unidad, la patria, aparecen la figura de próceres centrales y poco discutidos: José de San Martín y Manuel Belgrano.
El 25 de mayo tiene a este último como partícipe activo de la Primera Junta Provisional de Gobierno, creada luego de la sucesión de un conjunto de acontecimientos, agrupados bajo el nombre simbólico de Revolución de Mayo.
La construcción de las figuras de estos próceres, copia la impronta de las comunicaciones y posibilidades de la época: boca a boca, escritos y cartas, más adelante libros, música y cine. Todo ello para realzar sus virtudes, su accionar y su vocación más allá de su propia persona.
Tuvieron adeptos y contrarios, aciertos y errores. Lo que rescatamos como concluyente, es su incansable vocación por hacer y proponer realidades nuevas y superadoras. Su basamento: la coherencia de expresar declaraciones fundacionales y accionar por y para que se concreten.
La trascendencia de estos hombres y mujeres, despojados de vanidades, tratando de incluir más que de excluir, abarca otras culturas, otras nacionalidades. Algunos con su inmensa labor, aún hoy, sirven de guía y faro para nuestro mundo global.
Con el devenir de los sistemas políticos, adquirieron más importancia las instituciones que las personas. La construcción de acuerdos que posibilita la institucionalidad de los sistemas democráticos, nos permite la convivencia, y la inclusión de todas las opiniones.
Los próceres y sus obras pueden ser equiparados a los cimientos, sobre los cuales se construye el edificio de la civilidad y participación institucional.
Son los líderes ciudadanos que con sus acciones, su impronta para hacer el bien, con sus fortalezas y debilidades, aprovechan las oportunidades y mitigan las amenazas.
Las redes sociales, entronizan y demonizan casi al miso tiempo, la labor de los que están al servicio de los demás.
¿Nuestros próceres, hubieran resistido que fueran virales sus proezas y flaquezas, típicas de su propia condición humana?
Resulta por demás fácil, expresarnos y emitir juicios de valor por las redes, no siendo responsables de fundamentar lo que decimos.
¿Será por eso que nos cuesta sopesar el accionar de nuestros líderes?
Los procesos de creación y desarrollo de sistemas sociales inclusivos, no son mágicos, ni espontáneos.
Requieren de la definición concreta de hacia dónde ir, valores que acompañen, expresados en un plan que involucra recursos humanos, técnicos y económicos, agrupados en torno a objetivos y metas.
La inmediatez y facilidad de los opiniones emitidas y replicadas, es sólo eso. No la podemos confundir con el tiempo y otros condimentos requeridos para llevar a cabo un programa estratégico como sociedad.
La comunicación e información suelen llegar antes que las acciones, incluso aún que las decisiones que las preceden. Necesitamos recuperar la perseverancia y paciencia para crecer aprendiendo de nuestros errores y apoyando a nuestros líderes.
Imaginemos un debate por redes sociales acerca de cruzar la cordillera de los Andes para liberar a Chile.
En lo personal creo que José de San Martín, como mínimo hubiera dudado de hacerlo.
¿La libertad de expresión, usando el mecanismo que sea, conlleva un ejercicio de responsabilidad por lo que se dice?
¿Cuál es tu opinión?
Ya no quedan próceres, se suele decir.
No estoy tan seguro de ello.
Creo que sí los hay.
Desapercibidos dentro de una enmarañada y confusa multiplicación de mensajes, existen liderazgos coherentes, de personas que conforman equipos humanos, con muchos tiros al blanco, y otros tantos afuera.
Ellos se esfuerzan día a día para generar nuevas propuestas.
La velocidad de transformación tecnológica, es un hecho a favor, pero al mismo tiempo nos exige revisar con mayor frecuencia lo que estamos haciendo.
Esta fecha de celebración de la gesta histórica del 25, nos invita a revisar nuestros procesos de reconocimiento y desaprobación del accionar propio y de otras personas.
Las críticas propias y ajenas, tienen que estar acompañadas de reconocernos como seres perfectibles y aprendientes, iguales y distintos, aceptando y construyendo desde las diferencias.
Instituciones, sin personas liderando no son viables, salvo en un proceso anárquico.
Personas liderando, sin el marco de referencia de los sistemas y valores sociales donde están inmersos, me parece que tampoco.
El sol del 25 viene asomando….
¿Será hora de una nueva Primera Junta?
¿Ya no quedan próceres?