Con este fantasmal librito he procurado despertar al espíritu de una idea sin que provocara en mis lectores malestar consigo mismos, con los otros, con la temporada, ni conmigo. Ojalá encante sus hogares y nadie sienta deseos de verle desaparecer.
Su fiel amigo y servidor,
Diciembre de 1843
CHARLES DICKENS
Breve Prefacio a la historia relatada magistralmente en este bello libro: «Un Cuento de Navidad».
Dickens describe lo que le toca vivir en vísperas de esa festividad a un señor llamado Scrooge, poco interesado por el espíritu navideño y su magia. Vive una vida sólo atada a su trabajo, sus negocios, con pocas relaciones estrechas, salvo la del sobrino que aparece como uno de sus pocos vínculos afectivos a lo largo del libro.
En palabras del escritor:
¡Ay, pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba, apresaba! Duro y agudo como un pedemal al que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante.
En otro párrafo:
Jamás le paraba nadie en la calle para decirle con alegre semblante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándo vendrá a visitarme?» Ningún mendigo le pedía limosna; ningún niño le preguntaba la hora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dirección ni una sola vez en su vida. Hasta los perros de los ciegos parecían conocerle; al verle acercarse, arrastraban precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y después daban el rabo, como diciendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amo ciego!»
Esta mágica historia se divide en cinco capítulos:
El primer capítulo narra el encuentro con el fantasma de su socio Marley, del cual he extractado las anteriores descripciones que hace Dickens de Mr. Scrooge.
En un pasaje de la charla con su sobrino, que lo viene a saludar:
«¡Feliz Navidad, tío; que Dios lo guarde!», exclamó una alegre voz. Era la voz del sobrino de Scrooge, que apareció ante él con tal rapidez que no tuvo tiempo a darse cuenta de que venía.
«¡Bah! -dijo Scrooge-. ¡Tonterías!» El sobrino de Scrooge estaba todo acalorado por la rápida caminata bajo la niebla y la helada; tenía un rostro agraciado y sonrosado; sus ojos chispeaban y su aliento volvió a condensarse cuando dijo: «¿Navidad una tontería, tío? Seguro que no lo dices en serio.»
«Sí que lo digo. ¡Feliz Navidad! ¿Qué derecho tienes a ser feliz? ¿Qué motivos tienes para estar feliz? Eres pobre de sobra.» «Vamos, vamos»-respondió el sobrino cordialmente-.«¿Qué derecho tienes a estar triste? ¿Qué motivos tienes para sentirte desgraciado? Eres rico de sobra.
Jacob Marley su antiguo socio, luego de contarle las peripecias que está soportando después de muerto, le avisa y le implora preste atención a la llegada de tres fantasmas en tres noches sucesivas.
El segundo capítulo relata la llegada del primero de los tres espíritus:
El fantasma de la Navidad del Pasado.
Este personaje lo lleva a recorrer sus antiguas Navidades y a re-vivir momentos de alegres festejos.
En varios pasajes, este fantasma le muestra bastante de lo que ha perdido. Se incluye un fabuloso diálogo de Scrooge con una mujer, con la cual se comprometió pero no se casó.
Intercambios de palabras con mucha significancia, reclamos y explicaciones.
El tercero marca la llegada del segundo de los espíritus:
El fantasma de la Navidad del Presente.
Este personaje lo conduce por las celebraciones cercanas, de familias conocidas por Scrooge.
Se detienen de manera especial en la casa de su empleado Bob Cratchit , que tiene un hijo con muchos problemas de salud, Tiny Tim. El espíritu de la Navidad presente, bendice su hogar.
En un momento de la celebración familiar, el señor Scrooge escucha el siguiente diálogo:
«¡El señor Scrooge!, dijo Bob; «brindo por el señor Scrooge, Fundador de la Fiesta.
«¡El Hundidor de la Fiesta en verdad!», exclamó la señora Cratchit enrojeciendo. «Me gustaría tenerle aquí. Para festejarlo le diría cuatro cosas y espero que tenga buenas tragaderas».
«Querida mía», dijo Bob; «los niños: es Navidad».
«Tiene que ser Navidad, estoy segura, dijo ella, «para beber a la salud de un hombre tan odioso, tacaño, duro a insensible como el señor Scrooge. ¡Sabes que es cierto, Robert! ¡Nadie lo sabe mejor que tú, pobre mío!
«Querida, es Navidad», fue la tranquila respuesta de Bob.
Pasan luego por la casa de su sobrino.
En uno de los pasajes de la velada familiar, de boca de su sobrino se escucha:
«Me da lástima; no puedo enfadarme con él. El que sufre por sus manías es siempre él mismo. Le da por rechazarnos y no querer venir a cenar con nosotros. ¿Cuál es la consecuencia? No tiene mucho que perder con una cena. »
«Yo pienso que se pierde una cena muy buena», interrumpió la sobrina. Todos asistieron, y eran jueces competentes puesto que acababan de cenar y, con el postre sobre la mesa, estaban apiñados junto al fuego, a la luz de la lámpara.
El penúltimo de los capítulos hace referencia al Espíritu de la Navidad del Futuro.
Scrooge asiste a su propio funeral.
Una conversación que refleja el desinterés por su fallecimiento:
«¿Cómo está Vd.?», dijo uno.
«¿Qué tal está Vd.?» respondió el otro.
«¡Bien!» dijo el primero. «Por fin le ha llegado la hora al viejo diablo, ¿eh?»
«Eso me han dicho», contestó el segundo. «Hace frío ¿verdad?»
«Normal para Navidad. ¿Querrá Vd. venir a patinar?» «No, no. Tengo cosas que hacer. Buenos días.» Ni otra palabra más.
No se encuentran personas en este capítulo con un recuerdo halagüeño , positivo sobre el Señor Scrooge. Sólo referencias a su vida material y con pocos afectos.
Por necesidad de Scrooge, de ver un funeral con verdaderos sentimientos, visitan el del niño Tiny Tim.
«Y ahora yo sé, queridos míos», dijo Bob, «yo sé que cuando recordemos lo paciente y tranquilo que era, aunque era muy pequeño, un niño chiquitín, no reñiremos por naderías, olvidándonos así del pobre Tiny Tim». «¡No, jamás, padre! », dijo el pobre Bob. «¡Estoy muy contento! » La Sra. Cratchit le besó, sus hijas le besaron, los dos jóvenes Cratchit le besaron, y Peter y él se estrecharon las manos. ¡Espíritu de Tiny Tim, tu infantil esencia procedía de Dios!
Viendo todo esto el Sr Scrooge le implora ayuda para cambiar su destino.
¡Espíritu bueno! », continuó diciendo postrado en el suelo. «Tu benevolencia intercede en mi favor y me compadece. ¡Dime que todavía puedo modificar las imágenes que me has mostrado si cambio de vida! » La mano benéfica temblaba. «Haré honor a la Navidad en mi corazón y procuraré mantener su espíritu a lo largo de todo el año. Viviré en el Pasado, el Presente y el Futuro; los espíritus de los tres me darán fuerza interior y no olvidaré sus enseñanzas. ¡Ay! ¡Dime que podré borrar la inscripción de esta losa»
El quinto y último capítulo nos narra el desenlace final de la historia.
El Señor Scrooge muestra un cambio radical en su vida.
Festeja la Navidad con su sobrino.
Le permite a su empleado Bob Cratchit no trabajar en Navidad.
Dickens concluye el libro con este párrafo:
No volvió a tener trato con aparecidos, pero en adelante vivió bajo el Principio de Abstinencia Total y siempre se dijo de él que sabía mantener el espíritu de la Navidad como nadie. ¡Ojalá se pueda decir lo mismo de nosotros, de todos nosotros! Y así, como dijo Tiny Tim, ¡que Dios nos bendiga a todos, a cada uno de nosotros!
He tratado, ojalá con algo de éxito, robar hermosos pasajes de este gran escritor, primero para recordar la profundidad y la simpleza de su quehacer literario, y segundo para rescatar el inmenso Espíritu Navideño.
Siendo un libro de casi hace doscientos años, su lectura nos permite ejercitar el hábito de revisar nuestras vidas, por lo que como muchas obras memorables, mantienen su vigencia inalterada.
En lo personal muchos de sus pasajes me traen hermosos recuerdos de mis Navidades en familia, de las personas aún cercanas pero que ya no me acompañan: mi Padre, mis tías y tíos, algunos primos y primas.
Asimismo me permite visualizar esta Navidad presente, con el cariño que recibo y doy. Mi mayor fortuna: mi familia, mis amigos, mis compañeros y compañeras en las actividades que desarrollo.
Tal como el Señor Scrooge, me invita a proyectarme hacia el futuro, con el inmenso capital de mis afectos, equilibrando los fantasmas que llevo.
Hay destellos de Mr. Scrooge en cada uno de nosotros.
Hay cualidades del sobrino y de Bob Cratchit que contrapesan lo anterior.
Lo importante es que la vida te da chances de distinguir y transformarte día a día.
Gracias a mis lectores por tanta resistencia y comprensión.
Un último diálogo de Dickens.
«¿El señor Scrooge?»
«Sí», dijo Scrooge. «Ese es mi nombre y me temo que no le resulte grato. Permítame pedirle perdón.
Un gran momento para Perdonar y Perdonarte.
Una Muy Feliz y Merecida Navidad!