Cuánto vale ser honesto?

Una cuestión esencial que recibí como premisa educativa familiar fue la de ser honesto. Entiendo que muchos de nosotros fuimos inculcados en este valor central, desde las acciones coherentes de nuestros progenitores, para que las mismas resulten alineadas con el pensamiento y la declaración de la honestidad. A partir del momento que nos enseñaron que tomar algo que no nos pertenece está mal, que emitir opiniones de hechos o situaciones en relación con otras personas o con uno mismo requiere de las fundamentaciones necesarias, pasando por el hecho de asistir a otros cuando lo necesiten, a no tergiversar la verdad pese a las consecuencias para uno mismo, nos fueron insuflando deseados condimentos para vivir en Comunidad: decencia, honra, moderación, dignidad, bondad, moderación, modestia, solidaridad e integridad.

Derivada del latín, como muchas de las palabras de nuestro idioma, cuando hablamos de honestidad nos referimos a una virtud que nos vincula con decir la verdad, ser recatado, razonable y justo. Ha sido abordada por distintas corrientes filosóficas occidentales y orientales y tratada por los más diversos pensadores como Kant, que la vincula con los principios éticos razonables, y Confucio, que la define como un elemento sustancial de los sistemas sociales saludables. La diferencia entre ellos es que uno la considera un valor innato, y el otro le da un carácter de construcción social.

Como todo valor tiene su antagónico en deshonestidad o asimismo en hipocresía. En la actualidad puede asimilarse asimismo a la falta de transparencia.

Siguiendo en la línea de pensamiento original resulta claro que existen cuestiones elementales que deben darse para verificar una actitud honrada:

  • Coherencia ya citada entre el pensamiento, la palabra y la acción
  • Verificar desde el pensamiento inicial que el efecto deseado no produzca daño a los demás o al entorno social
  • Aceptar la equivocación como parte esencial del ser integro, manteniéndose en el camino del aprendizaje.

En un sistema valorizado mayoritariamente en monedas físicas y más recientemente en monedas tecnológicas, como el bitcoin, los valores centrales por los cuales establecemos relaciones de confianza, que nos permiten construir un sistema social de convivencia, siguen siendo los mismos. Han adquirido preponderancia según la época, por ejemplo en la Francia de la Bastilla: igualdad, libertad y fraternidad. En la Polonia de Lech Walesa, la solidaridad. El glasnot o transparencia que apuntaló la desintegración política del sistema soviético.

La cuestión que aflora es:

Cuál es la cotización de la honestidad?

Tenemos que distinguir que uno se aproxima a la virtud pero sin alcanzarla, de modo tal que cuanto más cerca estamos, más percibimos su valía, pero al mismo tiempo caemos en la cuenta de lo difícil que es lograrla y mantenerse allí expectantes. Cuando decimos que alguien es honesto, lo estamos evaluando en su fluir natural, en su manera de ser, aceptando que pueda tener por error u omisión episodios que desde nuestro punto de vista lo alejen un poco de la perfección deseada.

Se me ocurre preguntarnos:

Cuánto cuesta no ser honrado?

Una pregunta aún más intrigante:

Cuál es la génesis de los sistemas sociales deshonestos o corruptos?

Las respuestas a este último interrogante, partiendo de la base que en general somos educados para la integridad, derivó en varios experimentos sociales, donde se pudo concluir que:

  • Se vence más fácilmente los pruritos cuando la falta de transparencia es de a muchos o compartida
  • Vencida una barrera ética pequeña, por ejemplo sacar una gaseosa de una máquina que descompuesta entrega latas solo pulsando un botón sin necesidad de insertar las fichas o el dinero, después nos sube la vara y ya no vemos tan mal ir por un fraude mayor.
  • En la medida que no seamos descubiertos es más fácil sortear los límites por así decirlo. Que nos descubran nos produce vergüenza y eso pone coto a nuestro accionar.
  • Un fin que nosotros consideramos superior habilita a romper determinados códigos de convivencia

Sin embargo otra derivación de los mismos experimentos fue que:

  • Competir en un mundo deshonesto, y ser distinguido por no usar esas competencias desleales produce mayor bienestar.

Llegado a este lugar común, nos pregunto:

Estamos siendo honestos?

Como cierre una pequeña historia que nos trae a cuento lo que es ser honrado y sus implicancias.

Hubo una vez un rey que convocó a todos los solteros del reino pues era tiempo de buscar esposo para su hija. Todos los jóvenes asistieron y el rey dijo:

«Os voy a dar una semilla diferente a cada uno de vosotros. Al cabo de seis meses deberán traerme en una maceta la planta que obtengan y el que presente la mejor se casará con la princesa«.

Uno de los jóvenes plantó su semilla, pero ella no germinaba. Mientras tanto, todos los demás jóvenes no dejaban de hablar y mostrar las hermosas plantas y flores que habían sembrado en sus macetas.

Pasaron los seis meses y todos los jóvenes desfilaban hacia el castillo con hermosísimas y exóticas plantas.
Con la cabeza baja y muy avergonzado, iba hacia el palacio el joven cuya semilla no germinaba, con su maceta vacía. Los demás presumían de sus plantas y al ver a nuestro amigo se reían y burlaban.

En ese momento el alboroto fue interrumpido por la llegada del rey. Hicieron sus respectivas reverencias mientras se paseaba entre todas las macetas admirando las plantas. Finalizada la inspección hizo llamar a su hija y llamó de entre todos al joven que llevó la maceta vacía. Atónitos, todos esperaban la explicación de aquella acción.

El rey dijo entonces: «Éste es el nuevo heredero. A todos ustedes se les dio una semilla infértil, y todos trataron de engañarme plantando otras plantas. Este joven tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo HONESTO, sincero, leal y valiente, cualidades que un futuro rey debe tener y que mi hija merece».

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