Viviendo en una quinta, con poca presencia de vecinos cercanos, sin los medios de comunicación actuales, no era habitual para mí trabar amistad. Aun, en la etapa del colegio primario, donde hube de establecer mis primeras relaciones afectivas con mis compañeros, no era frecuente por la distancia y las dificultades que concurriera asiduamente a casa de alguno de ellos, o menos aún que vinieran a mi casa. Tantas veces he hablado de mi condición más bien ermitaña, en la primera etapa de mi niñez. Por otro lado es algo común, que las obligaciones o responsabilidades de cualquier tipo no vayan de la mano, con la afectividad y confianza propias de una relación más fraterna.
Todo esto cambió radicalmente cuando empezamos una relación de amistad con Walter, hijo de un trabajador del inmenso vivero situado al frente de mi quinta. Nos conocimos cuando yo tenía ocho años, y él unos siete aproximadamente. La razón fue muy sencilla, ya que siendo mi padre contador y conocido de los dueños del vivero, comencé a frecuentar ese espacio y conocí a un gran compañero de aventuras. La afinidad fue natural porque nos gustaba la pesca, el fútbol, los juegos de todo tipo. Luego de Walter se sumaron varios niños más, Rubén, Pepino, Roberto, sólo por citar algunos, que vivían en el barrio más cercano, con los cuales formamos una Barrita de Amigos y pudimos compartir muchas tardes y vivencias, algunas de ellas han sido relatadas en publicaciones anteriores. La frutilla del postre fue el espacio común que nos albergó durante un lapso de casi diez años: la canchita de futbol, pequeña pero cautivante construida en un predio del vivero, que ya mencioné, que fue sumando voluntades y adeptos, conformando un gran lugar para respirar, jugar, y experimentar nuestras habilidades y destrezas.
Ese emocionante emplazamiento rodeado de grandes árboles, nos contuvo y nos formó de muchas y variadas formas. A ese lugar asistían nuestros padres, en mayor o menor medida, a jugar al fútbol con nosotros, y dada la proximidad con mi casa, era infaltable la presencia de mi Papá Ramón, un niño más. Se sumaban mis primos los domingos, y allí se organizaban campeonatos y eventos de todo tipo y tenor.
El relato en primera persona de aquellos momentos vividos realmente estremece mi corazón, y me refresca el alma. La conciencia de la camaradería, el afecto, las conversaciones, las risas, los juegos, la intimidad, adquieren un significado superlativo en aquella etapa de mi vida.
Cada uno de nosotros, con un pequeño esfuerzo de memoria, encontrará en su historia vivida, situaciones parecidas en cuanto a intensidad, de aquel primer grupo de amigos sobre quienes tengamos conciencia, junto a los hermosos recuerdos asociados.
El derrotero en cada etapa posterior me fue premiando con profundas amistades, las cuales conservo hasta la actualidad, compañeros del secundario , con quienes nos juntamos asiduamente, sorteando la distancia de vivir a 200 kms de Córdoba, la Barra del secundario a los cuales puedo sumar otras personas de aquella época dorada. Un gran amigo Ricardo, maestro de profesión y pura contribución social y una gran amiga Alejandra, compañera de muchos y grandes momentos. Nuevas amistades de otros ámbitos, me posibilitan conocer y vivir nuevas experiencias, descubriendo en cada una de ellas una faceta distinta del concepto de la fraternidad, casi como un nuevo tesoro.
Es por ello que la aceptación de pensamientos y opiniones diferentes, menos común a temprana edad, más desarrollado con la madurez, le brinda el marco adecuado para que prolifere la tolerancia, permitiendo de esta forma ampliar nuestro espectro de relaciones posibles.
El sentimiento de amistad, estrechamente ligado al cariño, encuentra definiciones muy personales y particulares, para individuos y grupos de amigos. Cada uno tiene la suya y la vive a su manera.
La Amistad, que conjuntamente con las relaciones filiales y de pareja, están al tope de las ligazones afectivas, son uno de los condimentos esenciales de nuestro devenir.
El compromiso de atesorar una amistad profunda y duradera, implica inversión de tiempo, el más preciado de nuestros recursos, dejar de lado nuestros egos, una cuota de perdón, una dosis de agradecimiento, la honestidad de poder decir lo que pienso y siento, la necesidad de compartir y de dar, estar al servicio de……
La confianza, que nos transforma en confidentes en una relación de amistad, es una cuerda que tiene que ser revisada y atesorada como la que más. Las afinidades tienen que superar los supuestos obstáculos dentro de las visiones disimiles sobre numerosos temas, situaciones y circunstancias. Las relaciones de camaradería contribuyen de manera central a nuestro buen desarrollo emocional, nos dan sentido de pertenencia, oxigenando nuestra humanidad.
Con los medios electrónicos actuales se facilitan las comunicaciones, pero al mismo tiempo no tenemos que confundir un grupo de chat, con tener un millón de amigos, como reza la canción.
Brindo y disfruto tanto los asados con amigos, que se me hace difícil decir que no.
La esencia de la Hermandad va más allá de eso, pero en nuestra cultura argentina, poner carne a las brasas nos acerca, y nos quita las caretas que solemos ponernos.
El bocallave mágico de la confraternidad nos espera y nos regala grandes momentos, intensos recuerdos, planes, pasado, presente y futuro, parte de nuestro bienestar y con quien compartir malestar. Respeto, valor, solidaridad y lealtad son valores esenciales para cultivar este maravilloso vínculo.
Es por ello que me animo a preguntarnos?
Cómo andas de amigas, amigos?
Lo que no se puede explicar con palabras, se puede sentir con Poesía.
Jose Martí, nos regala este hermoso, simple y bello poema, que vale la pena rememorar.
Cultivo una rosa blanca.
“Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero,
para el amigo sincero,
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.”
Feliz Día del Amigo !!!
A vivir nuestra amistad !!!