Mamá!!!!!

Existen noches en las cuales sueño verme otra vez como niño, bajo la protección de esos ojos verdosos, las manos hacendosas y la rica comida de campo esperando por mí. Saboreo en mi boca, vivo en mi cuerpo las emociones más profundamente arraigadas del amor de mi Madre, la ventura de aún hoy disfrutarla, las charlas amenas, los consejos y el ineludible: por favor cuidate Marcelo.

El travieso niño, hacía las mil y unas. Ana, su Mamá, sumamente ocupada con las tareas de la casa, no podía contener semejante remolino, que daba vuelta todo, con una energía inmanejable. Intentaba lo que podía para educarlo, porque muchas reglas no estaban hechas a la medida de Marcelo. El recuerdo de esa etapa de mi vida, me lleva inexorablemente a la plena convicción de una Mamá que no paraba nunca. El pequeño la seguía a todos lados, la celaba de Claudia, su hermana, porque su Mami, era sólo para él.

Hoy distingo como ponía el cuerpo esa mujer, no había avances tecnológicos de envergadura, sólo un lavarropas. Cuando nació Carlos Ariel, el menor de mis hermanos, los pañales eran aún de tela.  La vida en la quinta no era fácil, llevarnos al colegio era un desafío de levantarnos muy temprano, para tomar un colectivo que pasaba cada hora, el 155. Sumar alimentos procesados a los naturales alimentos que proveía la quinta, suponía caminar quince cuadras de ida y otras tantas de vuelta. Ocuparse de que hagamos las tareas, y de proveernos algunos útiles que faltaban, sumaba otro combo adicional. Asimismo tejía hermosos abrigos, confeccionaba mis camisas, que me quedaban bien entalladas con esos cuellos perfectos y el largo de mangas que ni les cuento. Todo esto y mucho más hacía mi Madre, que era puro accionar y pocas palabras. Por momentos, estando sola,  la observaba reír y llorar en un mismo acto. Hablaba mucho con mi Papá Ramón, durante el almuerzo tardío cuando llegaba de su trabajo cerca de las 14.30 horas, y después de cena cuando lavaban juntos los platos. Era su manera de mantener viva la relación, de paso contarle y desahogarse con él lo mucho que renegaba durante el día,  sobre todo con el indomable Marcelito.

Con sólo el primario completo, sin escuela secundaria, siendo profesora de corte y confección, hasta hoy conserva el hábito de preguntar cuando no entiende, no sintiendo vergüenza por no saber. Cuando se fue su compañero el 30 de julio de 1990, su mundo se vino abajo, paso de ser un ángel guardián , amorosa a tiempo completo con mi Padre enfermo, a ser una mujer sin fuerzas, deprimida, irreconocible para mí.  Tuvo que superarlo, reinventarse y aprender a vivir de nuevo. Responsable a tiempo parcial del cuidado de su primera nieta Florencia, sacó las fuerzas necesarias, volvió a ser esa mujer máquina, desbordante de ímpetu,  pudiendo al fin convivir con  la enorme pérdida de su fiel esposo.

Menguada físicamente con sus casi 84 años a cuestas, hoy nos toca devolverle todo lo que nos dedico , el cariño y la infatigable luz que nos legó. La escuchamos por momentos con algunas lagunas en su pensamiento, recordando sus anécdotas de niña, sobre como fue educada para trabajar y ser útil;  muy a menudo haciendo llamadas y enviandonos SMS para ver cómo estamos. En esto de ser aprendiente , maneja el celular con teclado, pero no a la pantalla táctil, por lo que no recibe fotos, las cuales reclama que llevemos: de nosotros, de sus nietos y nietas. Regalenme fotos ya que de esa manera me siento más acompañada, es su continuo pedido.

Hoy pasa sus días bajo el atento cuidado de algunas personas que se turnan , para ayudarla luego de su operación de cadera. Recibe las visitas y atenciones de sus hijos Claudia,  Ariel y su nieta Florencia,  que viven cerca de ella; mantiene conmigo varias charlas telefónicas semanales que nos acercan, para superar  la distancia que nos separa,  en las cuales la escucho contarme sus cuitas diarias, lo mejorada que está luego de la cirugía, compartiendo con ella que hacen y como avanzan en la vida sus nietas, mis amadas hijas.

Este bocallave de hoy me llena de nostalgia por lo vivido, pero es una manera que encuentro de reconocer la inmensidad del amor de una Madre,  de ver y sentir a mi esposa Eugenia, en esa continuidad de cariño y dedicación,  que no tiene horarios, ni fecha de vencimiento.  No hace falta decir mucho más, sino levantar una copa para brindar por todas las Madres en su día, generar una conciencia renovada del valor,  del coraje y de la inconmensurable relevancia de su existir.

Hoy no es momento de preguntar, ni de juzgar, sino sólo de decir GRACIAS MAMA.

Estás conmigo, Aquí en mi corazón. Es así de simple y  a la vez así de profundo.

Les comparto un pequeño escrito, algo que tiene pretensiones de poema, y que redacte hace un tiempo para ella.

Se llama Infinita Tersura:

Matriz encantada y fértil,
Creó mi vida de la tuya,
Fue así como te hiciste Santa,
De mi eterna devoción y templanza.

Eres costumbre luminosa,
De caricias y besos,
Torre que me ampara,
Y cobija mis sueños.

No dejas de sonreírme,
Mecerme en la cuna,
Y amarme sin consuelo.
Aquí te llevo madre de misericordia,
Luchadora del viento,
Tierra húmeda de leche y miel.

Déjame que te cuide,
Déjame que te devuelva esfuerzo,
Eres mi siempre joven,
Y amada protectora.

Comida caliente y noches de desvelo,
Esta plegaria es para vos, Quédatela en tu pelo.
Tú sientes lo que siento,
Tus manos, esa Infinita Tersura.

Te quiero MAMA.

Deja un comentario