Contate una de piratas!!!!!

Gracias a la vida, que me ha dado tanto!!!!!,  reza la letra de una canción. Agradecerle a la existencia, es una vocación que se renueva día a día.  En este sentido, los recuerdos me refrescan que alguna vez fui uno de los capitanes de un barco pirata, nuestro propia embarcación que surco las aguas del canal que recorría las quintas y comarcas de Villa Esquiu y el Quebrachal. Habiendo leído tantas veces la Isla del Tesoro, y navegado tantas veces los mares a bordo del barco del Corsario Negro y vestido sus ropas, no había manera de escapar del influjo de pretender ser un pirata hecho y derecho. La idea rondaba mi cabeza, y la comentaba a menudo con mis amigos de la infancia, Pepín (José), el chilenito (Walter) y Rubén. Los hartaba con mis historías de tesoros, grandes aventuras y mis poses de capitán; las armas que disponía a menudo, espadas de madera, y mosquetes simulados, servían para completar el cuadro. Numerosas tardes de verano, tuvieron que escuchar mis ideas,  y ver esa especie de planos que les presentaba, donde lo que pretendía mostrarles era la embarcación,  que una vez construida, nos serviría para surcar las aguas del canal, hacia tierras desconocidas,  inexploradas y llenas de descubrimientos para saborear. Cada jornada que pasaba iba agregando elementos, sogas, alambres, tachos sellados de 20 litros, clavos, martillo, tenaza, y mi entusiasmo iba ganando el de todos mis amigos, los cuales empezaron junto conmigo a creer que se podía.  Nos faltaban tres cosas principales, un tablado que hiciera de piso de la embarcación, un mástil, y una bandera pirata; el primer elemento fue aportado por Pepín, el mástil un palo seco y derecho de un árbol, y la bandera un pedazo de tela negra, a la cual le pintamos con tiza la correspondiente calavera.

Comenzamos la construcción, y el evento creativo, donde compartimos varias ideas, modificaciones y cambios de rumbo, y transitamos por alegrías, enojos, frustraciones y logros,  demoró unas tres tardes consecutivas, quedando finalmente la nave lista en nuestro improvisado dique seco. El tablado de 2 x 2 fue clavado y asegurado repetidas veces, y los tachos sellados de 20 litros y en teoría sin fisuras, fueron sujetados con alambres y sogas por debajo de la embarcación. Lo más difícil fue sostener el mástil, pero ahí estaba nuestro navío, mucho más parecido a una balsa que a un barco, pero a quien le importaba.

La primera prueba de flotabilidad se hizo al cuarto día en la pequeña represita de lavado de zanahorias de la quinta, donde depositamos nuestra embarcación, la cual gracias a nuestro ingenio flotaba y muy bien; acto seguido no subimos de a uno, y para nuestro beneplácito nos soportaba a todos agarrados del mástil y muy juntitos dadas las dimensiones de nuestro bergantín.

Se programó la salida desde el recodo del canal que daba a la quinta, para el día lunes por la tarde en horario de la siesta, y nuestro plan de navegación era al menos recorrer hasta la famosa quinta de Barbaglia, situada unos 2 kms canal arriba, para lo cual debíamos sortear varias cascadas y curvas del canal principal donde navegaríamos, pero corríamos con la ventaja de que la velocidad del agua era rápida y nos llevaría seguro.

El lunes arrancamos la travesía, con ropas para la ocasión, siendo todos capitanes (no era para menos). El trayecto por el canal demandó unas tres horas, donde varias veces caímos al mismo que no era profundo, en otros muchos tramos acompañamos a nuestro navío caminando a su lado,  y nuestro periplo, nos depositó finalmente en el punto objetivo;  nuestra embarcación no resistió del todo y llegó malherida, con varios tachos menos, sin mástil y sin bandera, y nosotros muy felices, aunque con algunos magullones y raspaduras. La decisión posterior fue abandonar nuestro barco, no sin antes juntarnos a su lado, en una especie de despedida simbólica, abrazados y sonrientes, sintiéndonos piratas y habiendo culminado nuestro recorrido de la forma que pudimos.

index
Nuestra embarcación era parecida, y quedó en ese estado!!!!

Por esta bocallave de hoy te invito a mirar y revisar nuestros procesos creativos, aquellos que nos hacen un poquito más humanos, que nos hacen trascender , hacen volar nuestra imaginación, nos mueven nuestros estantes de lugar, y fundamentalmente encausan nuestra energía, hacia nuevos horizontes y nuevos desafíos. Sin dejar de lado nuestra madurez, tenemos que volver a ser esos niños que jugábamos a crear, dando rienda suelta a nuestros sueños, viviendo la aventura de ser un creador y hacedor de cosas, y no cesar en el intento, ni derrumbarnos por los posibles fracasos.

Cada evento creativo nos desestructura, nos brinda la posibilidad de trabajar en nuevas metas,  nos impulsa a reconocernos limitados y a buscar asociados,  unirnos en nuevas empresas como equipo, y nos impulsa a aprender, soltando lo que ya no es útil, ya empieza a ser esa hoja de papel amarillo y tinta avejentada, guardada en un cajón del escritorio, o ese archivo guardado que visitaste por última vez hace cinco años.

Es por ello que te pregunto y me pregunto:

  • Cómo andan tus procesos creativos?
  • Cuál fue tu última creación?

El plus del proceso de generar nuevas cosas, en el orden que sea, desde un escrito, una pintura o  hasta el dispositivo más complejo que exista,  nos remite a lo que está a nuestro alcance, para que no sea inalcanzable, y fundamentalmente depende de que nos pongamos en acción, y perdamos el miedo al fracaso, y aceptemos que la perfección es inalcanzable, y que habrá autocríticas y críticas, y que tenemos que gestionarlas y validarlas, porque de eso se trata crear, una visión en tiempo presente del mejor futuro que podamos imaginar.

Entonces, vuelvo a ser el niño que soy y te pido…….

Me cuentas una de piratas??

Me muestras por favor tu navío??

 

 

 

 

 

Deja un comentario