La Hormiguita Viajera era mi apodo en el colegio primario. El porqué de los sobrenombres a menudo no tiene una explicación concreta, pero supongo que el diminutivo era por mi tamaño, y el calificativo siguiente por mi condición de inquieto, algo hiperactivo, buscando participar de todos los juegos durante los recreos, y aparecer y desaparecer de cada lugar en un santiamén.
Alumno aplicado y mimado por las maestras, semejaba al estudiante que muchas docentes quisieran tener, habiendo recibido de mis educadoras de primer y segundo grado repetidas muestras de cariño, y de ser su tesorito. En el tercer grado nos tocó en suerte la señorita Leticia Costilla, una maestra que tenía dos predilecciones muy manifiestas, una por la enseñanza comprometida y otra por la disciplina. Su pequeño físico, cumplía a la perfección el más famoso postulado físico de Einstein, energía es igual producto de las masa por la velocidad de luz al cuadrado, y era tal su despliegue por educar y mantenernos animados, que sus clases, donde nos hacía participar sí o sí, eran como una obra de teatro, donde el desánimo no tenía cabida, y donde aprendías o aprendías, ya que la viva representación del compromiso por educar, se encargaba de ello. En ese grado no había lugar para la queja, para no interesarse al menos por alguna de las materias, porque la señorita estaba a tu lado a cada instante, para ponerse a tu servicio.
Ese año no hubo alumnos que repitieron, y nuestra maestra mantenía charlas preventivas con los padres, donde aclaraba que necesitaba de cada uno de nosotros, y daba recomendaciones para que los papas y mamas colaboraran en casa, y para mantener el orden en clase; asimismo nos mostraba a cada rato la importancia de ser solidario, buen compañero, pasar los deberes cuando alguien faltaba por enfermedad. Cuando caí en cama producto de la escarlatina, y falté ese año dos semanas seguidas al colegio, si bien la primera semana no pude recuperar las clases perdidas, debido a que tuve cerca de cuarenta grados de fiebre, la segunda semana ya más saludable, pude ponerme al día, gracias a mis compañeritos, Moreno, Ruiz y Picca, los cuales me acercaron gustosos las tareas y lo hecho en el aula.

Recuerdo sus clases, donde por lo general estábamos todos muy concentrados, debido a que Leticia las hacía entretenidas, y claro no te podías descuidar ya que aparecía, cuando menos lo pensabas para chequear primero con cierto ceño fruncido y luego con una sonrisa, que estabas haciendo, y si necesitabas alguna clase de ayuda. Su interés por que aprendiéramos era superlativo, y su estado de ánimo era casi siempre para arriba, con esa energía que superaba los escollos, propios y ajenos. Algunos días traía al aula a su pequeña hija Lucía, una niña de hermosos ojos marrones, tez blanca y pelo castaño, y me gustaba observar como la maestra la cuidaba, le daba besos y la abrazaba. A veces cruzaba mi mirada con ella, y nos sonreíamos, cómplices de compartir el afecto de su mamá.
Leticia amaba enseñarnos, y tenía la inmensa virtud de irradiarnos de manera permanente con su buen estado de ánimo, sus ganas, su manera de ser comprometida, por lo que no había forma de escapar a su encanto y a su tenacidad. Su para qué era la docencia, y ponía una actitud para elegir los mejores humores para intentar hacernos brillar…. brillando primero ella, siendo nuestro ejemplo a seguir. No recuerdo verla con algún bajón anímico, salvo cuando Lucía enfermó de cierta gravedad y ella nos lo contó preocupada, aunque incluso esa jornada no tuvo una entrega menguada ; así era nuestra Costilla, 100% actitud para elegir los mejores estados de ánimo para vivir, para enseñar, para ser mamá, para…… conectar con los otros.
Por este bocallave, este ojito de cerradura con forma de costilla, te invito a mirar adentro y registrar tus estados de ánimo, y allí estarán presentes con distintos colores, y ritmos musicales, la alegría, las ganas, la resignación, la paz, el enojo, el desgano, la apatía, sentirte fuerte, y muchos más, cada uno de ellos con su correspondiente contracara; estira tu mano para vestirte, con el que sientas que más posibilidades te otorgue para ser, y mostrar lo mejor de vos, haciéndote responsable de irradiar buenas intenciones, y contagiarte a vos mismo y a los demás, con el estado de ánimo que te ponga en acción, y te conecte positivamente con las personas.
En este punto, te pregunto y me pregunto:
Cuál es tu música de fondo?
Elegís a menudo contagiarte y contagiar lo mejor que tienes adentro?
La miro a Leticia y obtengo mis respuestas. No me resulta fácil sacarle brillo a mis estados, pero lo intento tantas veces, hasta que me sale…. y eso sí, no depende de nadie más que de mí, con el complemento de alguna otra persona que me acompañe, y a la quien le haya dado autoridad o confianza para decirme: loco, te parece que vale la pena que estés así por esto????
Percibo claramente que sigo teniendo la libertad de decidir, que es lo última frontera de mi condición humana, y me propongo que mientras pueda trataré de contagiar y contagiarme con lo más trascendente y fervoroso que encuentre, porque simplemente me siento responsable de hacerlo.
Ahora, es tiempo de hacerte la pregunta final.
Ya encontraste tu Costilla????